¡Hola, bienvenida(o) a mi blog!
Hoy les hablaré sobre mi experiencia de servicio en la fundación algunas semanas después del primer día que asistí.
En las últimas sesiones me he logrado vincular mucho más con los niños, muchos se saben mi nombre y me llaman por él, pero algunos suelen decirme "profe", este último modo de llamarme me alegra mucho a pesar de que no sea mi nombre porque han encontrado en mí a una persona que les da un ejemplo, les brinda apoyo y los ayuda con cualquier cosa. Como dije en la primera publicación sobre la fundación, mis tareas más comunes han sido ayudar a los niños a hacer planas, peinar a las niñas, limpiar a todos los niños, motivarlos a hacer tareas, jugar con ellos y hablar con los que se han sentido tristes a lo largo del día.
El estar con los niños me ha ayudado a recordar mi infancia, me siento identificada con las situaciones que viven y me alegra saber que sé cómo solucionar los problemas que viven gracias a mis experiencias pasadas y a los consejos de mi mamá. Además, he logrado comprobar que los niños sí llevan alegría y buena energía a todo quien se le acerque, estos niños no viven en unas condiciones ideales y los recursos que les brindan sus padres son muy limitados, y aún así muestran ser muy felices, la energía que proyectan es motivadora, es increíble y mágico cómo estos niños son capaces de cambiar mi estado de animo solo con mostrarme una sonrisa, cuando estoy con ellos me contagian de su alegría, tanto así que termino jugando con el mismo entusiasmo con el que ellos juegan, me convierto parcialmente en una niña.
Sin embargo, no todo es alegría y emoción, entre niños siempre van a existir problemas que dificulten la convivencia; un día llegué y un niño estaba sentado en una esquina llorando mucho porque se sentía rechazado por todos, lo primero que hice fue acercarme a él y darle todo mi cariño, le dije que yo sería su amiga y que podía jugar conmigo, no importaba si el resto no quería yo estaba completamente dispuesta a estar con él. Al principio se negó, estaba muy cerrado a la posibilidad de hacer amigos, así que le dije que jugáramos solo 5 minutos para que él decidiera si le gustaba y me dijera si quería seguir jugando o no, así que empezamos a jugar cogidas, pero no fueron solo 5 minutos, todos los niños quisieron jugar y estuvimos el resto de la tarde jugando de todo. Al final, el niño salió con una sonrisa y sintiendo que el resto de los niños lo aceptaban dentro de sus juegos.
La situación puede sonar muy tonta y sin mucha profundidad, pero son esos pequeños detalles que me hacen sentir completa, para mí el sacarle una sonrisa a un niño que se había sentido tan mal es la mejor recompensa de ir a la fundación, no puedo explicar toda la cantidad de sentimientos positivos que me produce jugar con los niños y ver que soy parte de la razón de su felicidad.
Hoy les hablaré sobre mi experiencia de servicio en la fundación algunas semanas después del primer día que asistí.
En las últimas sesiones me he logrado vincular mucho más con los niños, muchos se saben mi nombre y me llaman por él, pero algunos suelen decirme "profe", este último modo de llamarme me alegra mucho a pesar de que no sea mi nombre porque han encontrado en mí a una persona que les da un ejemplo, les brinda apoyo y los ayuda con cualquier cosa. Como dije en la primera publicación sobre la fundación, mis tareas más comunes han sido ayudar a los niños a hacer planas, peinar a las niñas, limpiar a todos los niños, motivarlos a hacer tareas, jugar con ellos y hablar con los que se han sentido tristes a lo largo del día.
El estar con los niños me ha ayudado a recordar mi infancia, me siento identificada con las situaciones que viven y me alegra saber que sé cómo solucionar los problemas que viven gracias a mis experiencias pasadas y a los consejos de mi mamá. Además, he logrado comprobar que los niños sí llevan alegría y buena energía a todo quien se le acerque, estos niños no viven en unas condiciones ideales y los recursos que les brindan sus padres son muy limitados, y aún así muestran ser muy felices, la energía que proyectan es motivadora, es increíble y mágico cómo estos niños son capaces de cambiar mi estado de animo solo con mostrarme una sonrisa, cuando estoy con ellos me contagian de su alegría, tanto así que termino jugando con el mismo entusiasmo con el que ellos juegan, me convierto parcialmente en una niña.
Sin embargo, no todo es alegría y emoción, entre niños siempre van a existir problemas que dificulten la convivencia; un día llegué y un niño estaba sentado en una esquina llorando mucho porque se sentía rechazado por todos, lo primero que hice fue acercarme a él y darle todo mi cariño, le dije que yo sería su amiga y que podía jugar conmigo, no importaba si el resto no quería yo estaba completamente dispuesta a estar con él. Al principio se negó, estaba muy cerrado a la posibilidad de hacer amigos, así que le dije que jugáramos solo 5 minutos para que él decidiera si le gustaba y me dijera si quería seguir jugando o no, así que empezamos a jugar cogidas, pero no fueron solo 5 minutos, todos los niños quisieron jugar y estuvimos el resto de la tarde jugando de todo. Al final, el niño salió con una sonrisa y sintiendo que el resto de los niños lo aceptaban dentro de sus juegos.
La situación puede sonar muy tonta y sin mucha profundidad, pero son esos pequeños detalles que me hacen sentir completa, para mí el sacarle una sonrisa a un niño que se había sentido tan mal es la mejor recompensa de ir a la fundación, no puedo explicar toda la cantidad de sentimientos positivos que me produce jugar con los niños y ver que soy parte de la razón de su felicidad.
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